Ruleta cerdaca
Aquel sábado me tocaba a mí hacer de puta. Siempre quedábamos los mismos seis, poníamos en marcha la ruleta y al que le tocaba tenía que hacer (o tenían que hacerle) lo que la suerte decidiera. Para realizar lo que dijera cada tirada teníamos un tope de tres minutos, por lo que nuestra orgía se hacía dinámica y de lo más variada. Ya estábamos todos desnudos. Paco, el que solía poner la casa, se encargaba siempre de hacer las tiradas con una app de su tablet.
—¿Preparado para cerdear? —Me dijo.
—Preparadísimo.
Los demás ya habían empezado a pajearse a mi alrededor.
—Primera tirada…
La ruleta hizo su típico ruido (como el que hacen las de los casinos y las de los concursos de televisión) y esperamos impacientes a que se detuviera.
—Joder. Empezamos fuerte —dijo Paco. —Lefada en la lengua. ¿Quién tiene ganas de correrse ya?
—Yo tengo que hacer un recado pronto. Si queréis me corro ahora y vuelvo en un par de horas —se ofreció Sergio.
Paco puso el cronómetro. Sergio tenía un máximo de tres minutos para lefarme la lengua. Vino hasta mí mientras todos los demás miraban y se puso a hacerse un pajote en mis morros. La polla le olía de putísima madre. Súper cerdaca. Se estaba pajeando a toda hostia, mientras se pellizcaba uno de sus pezonacos. Pasaron dos minutos y parecía que la corrida aún estaba lejos. Andrés le metió tres dedazos llenos de saliva entre las cachas del culo para ayudarle y Paco le comió los morros. Yo esperaba con la lengua fuera su corridote.
—Diez segundos —dijo Jordi mirando la tablet.
Con la boca llena de lengua y el culo de dedos Sergio hizo un último esfuerzo y un montón de lefazos calientes aterrizaron en mi lengua. Su leche, súper espesa, estaba de vicio.
—Justo a tiempo —dijo Jordi, dándole una palmada en el culete.
Sergio se retiró a vestirse mientras yo aún me relamía su lefa y Paco volvía a darle a la ruleta.
—Okey. Toca que todos te demos hostias en la cara con las pollas.
Los siguientes tres minutos fueron muy divertidos. Los cuatro tíos que quedaban ahora que Sergio se iba, Paco, Andrés, Jordi y Juan, se turnaron para darme sopapos con las vergas. La de Juan, con diferencia la más grande (parece una anaconda) daba unas hostias que hasta dolían. La de Jordi, que es el más precumero, me dejó toda la cara pringada de líquido preseminal.
—Siguiente tirada… Pezones, polla y culo.
—¿A quién? —Le pregunté.
—A ti, claro. Y perfecto para los que somos.
Andrés y Juan se amorraron cada uno a uno de mis pezones. Paco, a quien le encanta mamar verga, se sentó en el suelo y se puso contento a zamparme el rabo y Jordi me abrió el culazo y empezó a darme lengua en el agujero. Esta vez habían puesto la alarma para que nos avisara de cuando pasaban los tres minutos porque ninguno podía estar pendiente de mirar la tablet.
Aquellos tres minutos me hubiera gustado que fueran quince. Estaba en la gloria con tanta boca chupándome por todas partes. Me abrí el culo a dos manos para que Jordi me metiera bien la lengua y Paco estuvo a punto de sacarme la lefa con su mamadón. Pero la alarma los detuvo a todos en seco. Paco fue corriendo a hacer la siguiente tirada.
—Te toca enterrar la cara en un culo.
Jordi, que era el que me lo acababa de comer a mí…
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Wilfredo S. M.
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Muy bueno. Deseoso de conseguir otro libros de Marcos Sanz.
Barba blanca
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Genial colección de siete relatos eróticos que te lleva en un tiovivo de emociones y sugestiones….de lectura obligatoria, no te quedarás impasible!
Alberto M.
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Otra obra de arte de este pedazo escritor muy muy erotico! 100% recomendado pero no solo este, todos sus libros !